Antsirabé-Morondava 30-4-16
Hoy hemos hecho una larga jornada de coche para llegar a Morondava, donde nos esperaban los globos, y donde comienzan los vuelos. Nos desplazamos en tres minibuses de quince plazas cada uno. El trayecto nos ha llevado más de 11 horas y aunque hemos atravesado lugares muy interesantes no hemos tenido tiempo de parar a disfrutaros pues lo fundamental hoy era llegar a nuestro destino para comenzar la aventura con los globos.
Estas hermosas praderas son en realidad…
El testimonio de la deforestación de las Isla.
Pronto abandonamos los alrededores de Antsirabé que recuerdan un poco a los de la sierra madriileña con suaves y pequeñas colinas, rocas y pinos, para adentrarnos en una extensa zona de praderas. Lo que en un primer momento puede parecer un paisaje muy bello de mares de hierba verde hasta donde se extiende la vista, con montañas también cubiertas de hierba y donde no se ve ni un solo cable eléctrico o una señal evidente de la mano del hombre, es en realidad todo lo contrario. Madagascar ha perdido la mayor parte de su cobertura vegetal original y los bosques y selvas han dado paso a estas praderas fruto de la agricultura, la tala y la ganadería intensiva. Las limpiezas de los campos se realizan con fuego por lo que esas praderas son en realidad el triste testimonio del paso del hombre. La hierba no proporciona el suficiente agarre al terreno y las lluvias van erosionando las laderas, donde se forman tras los derrumbes como cicatrices que dejan ver la tierra roja de la isla.
Los minibuses de la expedición desde la perspectiva de este lagarto.
Hacemos breves paradas para “ir al baño” y estirar las piernas, momento que aprovecho para explorar un poco y así me encuentro con un bonito lagarto que apenas se asusta de mi presencia. También hacemos una parada para comer en un hotely con una amplia terraza con vistas a la curva de un gran río que decora el horizonte. Los niños del pueblo están rondando el restaurante hasta que regresamos a los coches para acercarse y preguntarnos mil cosas. Su curiosidad no parece tener límites y no son nada pedigüeños comparados con los niños que conocimos el primer día en el aeropuerto.
Apenas sin luz encontramos nuestro primer baobab…
Tras la comida sabemos que nos queda por delante la mitad del camino, otras cinco horas y pico de coche, sin demasiado espacio y con mucho calor. Cuando el sol comienza a ponerse y a pintar el cielo con unos colores espectaculares aparecen los primeros baobabs, gigantes de desordenada melena que me emociona ver a pesar del agotador viaje. Mañana despegaremos de la Avda. de los Baobabs, la imagen más conocida de Madagascar que todavía no conozco y ansío contemplar. De momento un merecido descanso en nuestro hotel.
¿Listo para volar?
¡Reserva Ahora!