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Camino al Gran Tsingy

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Durante un viaje como el que estamos realizando se viven tantas experiencias en un solo día que cuando no hay tiempo de escribir el diario los recuerdos, emociones y descubrimientos se amontonan con los mil y un detalles de la aventura. El hecho de no contar con wifi, como es lógico, me ha impedido además compartir en el blog todos los acontecimientos de los últimos días. Así que haré un resumen de lo ocurrido antes del vuelo sobre el Gran Tsingy.

Donde miramos hay un paisaje inolvidable en el que los globos ponen un toque de color.

Donde miramos hay un paisaje inolvidable en el que los globos ponen un toque de color.

El segundo vuelo que realizamos despegando desde la Avenida de los Baobabs se inició como el anterior con un espectacular amanecer que dibujaba las siluetas de los árboles sobre un cielo rojizo que quita el aliento. No puedo evitar emocionarme ante el espectáculo. Pilota Óscar Ayala, y despegamos de los primeros con lo que al elevarnos podemos ver el resto de globos rodeados de los grandes árboles. Uno des nuestros guías nos había explicado que el nombre malgache para los baobabs es “reniala” que significa “madre del bosque”, un nombre que se entiende perfectamente cuando ves los baobabs sobresaliendo de la cobertura vegetal, altos, como enormes centinelas cuidando de los más pequeños.

Un lugar de aterrizaje perfecto y emocionante.

Un lugar de aterrizaje perfecto y emocionante.

La dirección es la contraria del primer vuelo por lo que nos internamos en la zona más arbolada. Volamos bajo disfrutando de cada detalle, hasta que vemos el lugar perfecto para aterrizar, un camino que pasa junto a una charca poblada de cigüeñuelas y garcetas alrededor de la cual crecen muchos baobabs. Óscar realiza un perfecto aterrizaje e inmediatamente, cámara en mano, salgo corriendo para captar la aproximación del resto de globos que venían tras nosotros. No se donde mirar, donde disparar mi cámara. Corro de un lado a otro y solo me detengo para acariciar la corteza de un baobab y mirar desde su base a su melena que llega al cielo. Sobrecogido por la belleza del lugar regreso al globo para recoger el material.
Tras cargar gas salimos en dirección a Bekopaka, unas 10 horas de coche por caminos infernales llenos de polvo, baches, calor… pero también de paisajes, de pequeñas aldeas donde los niños nos saludan al pasar, de algunos cruces de pequeños riachuelos, con barro, y del cruce de dos grandes ríos para los que precisamos de transbordadores donde subimos los vehículos, globos y todos los integrantes de la expedición.

El último transbordador nos lleva a Bekopaka.

El último transbordador nos lleva a Bekopaka.

El viaje en sí mismo es toda una aventura, muy dura pero intensa y hermosa. Además vamos acompañados de viejos y nuevos amigos por lo que lo pasamos bien y disfrutamos de cada metro. Finalmente, ya de noche, llegamos al hotel “Olympe du Bemaraha” un agradable complejo de bungalows donde solo descansamos unas horas antes de partir hacia el Gran Tsingy a la mañana siguiente. En esta ocasión necesitaremos más de tres horas para recorrer apenas 17 kilómetros. Los coches se quedan atrapados en el barro y la comitiva avanza lentamente. Pero finalmente llegamos al pequeño parking desde el que presumiblemente despegaremos al día siguiente.

El puente tibetano sobre el Gran Tsingy.

El puente tibetano sobre el Gran Tsingy.

Después de comer el plan es visitar el Gran Tsingy a pie, un recorrido de unas tres horas en las que caminamos por el bosque de secano, nos adentramos en el Tsingy, atravesamos una cueva y trepamos por entre las formaciones de rocas asegurándonos con un arnés y una línea de vida por los pasos más complicados. El Tsingy es una formación rocosa labrada por la acción del agua marina cuando el mar cubría aquella zona. Es una franja gris de rocas afiladas como cuchillos con formas fascinantes. La visita incluye el cruce de un puente tibetano sobre un imponente desfiladero. En el camino podemos ver algunos lémures y aves fascinantes.

Desbrozando el campo de despegue.

Desbrozando el campo de despegue.

Para terminar la jornada, se instalan las tiendas de campaña en una zona de maleza que los malgaches han desbrozado para nuestro grupo, que es a la vez el campamento y el campo de despegue. Pero el cielo está limpio y brillan demasiadas estrellas como para encerrarse en una tienda, así que saco de su bolsa parte de nuestro globo y duermo arropado por la vela que mañana nos conducirá a una de las aventuras más fascinantes de mi vida…

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