«En la vida sientes la caricia del viento de muchas maneras. Unas veces sopla suave, otras recio, otras te seca y otras te enfría, otras lo buscas y otras lo esquivas…Cuando subí al cielo del campo de mi provincia, amarillo y verde, con castillos y laberintos, con animales y ríos, pude comprobar que «Volar en globo es convertirse en pasajero del viento, es asomarse al mundo desde un balcón en las nubes, es vivir una aventura inolvidable, segura y emocionante…» y que además, no tiene sentido si no la cuentas … Revivirlo en tierra firme te devuelve el calor de la amistad verdadera; el color de las risas de las personas que envuelven tu vida, que la hacen más fácil y más feliz. El domingo que toqué el azul más puro de Siempre en las nubes de la mano de mi amiga María, noté la sonrisa de Dios más cerca. Se lo debo también al piloto que hizo de esta aventura -emocionante, segura e inolvidable- una leyenda. »
Cristina García C., pasajera de Siempre en las nubes en el Castillo del Buen Amor.
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