En globo en la Patagonia: el despegue
La Ultramagic Eclipse Experience 2019 nos permitió ver y volar en lugares espectaculares de Argentina.Este vuelo de travesía, acompañados de amigos, nos llevó desde la localidad de El Chaltén hasta más de 100 kilómetros de distancia. Gran parte del vuelo transcurrió paralelos al lago Viedma. Sin embargo apenas le vimos. Poco después de despegar y sobrevolar El Chaltén nos elevamos para tratar de superar la capa de nubes.
La temperatura descendía dramáticamente a medida que ganábamos altura. El Fizt Roy, o cerro Chaltén, la emblemática montaña patagónica, se escondía tras las nubes. Algunas lagunas glaciares a los pies de la cordillera fue lo poco que pudimos ver antes de que las nubes nos engullesen también a nosotros.
Volar dentro de una nube es una sensación extraña, emocionante y desconcertante. Solo tienes los instrumentos para conocer tu posición o incluso si subes o bajas. Pero al contrario que en un avión puedes notar la humedad de la nube y el frío de la altura. Las miradas de los compañeros, sus caras enrojecidas por la bajada de grados que el termómetro de a bordo pone en los 15ºC bajo cero. Los ojos atentos a las nubes de arriba, buscando la luz del sol, al otro lado. El globo va atravesando diferentes capas de viento que se mueven a distintas velocidades. Al atravesar algunas, con un brusco cambio de velocidad, la vela restalla y la barquilla se mueve con violencia. Esto ocurre muy pocas veces volando en globo y es intranquilizador.
Seguimos subiendo
Seguimos subiendo y mirando hacia arriba. Hemos empezado a usar los calentadores químicos para los guantes. Parece que no funcionan pues las manos siguen frías, pero si los sacas del guante notas su ausencia al momento. Así que sacar las manos para hacer una foto es todo un reto. Subimos y la temperatura baja. Lo que también sube es la velocidad, lo que no es bueno cuando no ves donde vas.
Y de repente la nubes se abren y te recibe el cielo más azul que puedas imaginar. El sol brilla con fuerza por encima del grisáceo mundo de más abajo. Parece un día diferente al que estábamos viviendo unos minutos antes. A los lejos descubrimos un globo, y luego otro, y otro más. Una térmica nos atrapa y nos lanza hacia arriba bruscamente, el variómetro pita como loco. Indica que estamos subiendo a 9 metros por segundo, muy lejos de las controladas subidas que solemos realizar habitualmente.
Frente a nosotros vemos otros globos azotados por fuertes corrientes y turbulencias. Uno de ellos permanece atrapado en una varios angustiosos minutos. El globo se deforma, se bambolea, se aplasta y recupera su forma. Todo ha pasado sin ninguna consecuencia. Que maravillosa forma de volar es esta y que noble el comportamiento de la aeronave incluso en la peores condiciones.
La travesía
Poco a poco el globo se estabiliza y recuperamos el control del ascenso. Por la radio escuchamos las instrucciones para todos los equipos. La mejor opción para todos es aterrizar cerca de la RN40, una de las pocas carreteras que hay en la zona. Esta a más de 60 kilómetros así que debemos buscar más altura y más velocidad. Así llegamos a superar los 4.600 metros de altitud. Allí vientos de 89 km por hora nos llevan hacia nuestro destino.
Los paisajes son estremecedores. Picos nevados que se asoman entre las nubes, valles vestidos de blanco que se atisban entre los claros. Y si miras al frente globos aquí y allá, cada uno con su estrategia, en busca de una meta común. ¡Qué fácil sería tener un timón y un propulsor en estos casos!, pero… ¿dónde estaría la gracia?
El GPS indica que la carretera se acerca así que hay que bajar y hay que hacerlo rápido. Llevamos uno de los globos más grandes del grupo y tan solo hay que dejarlo enfriar para que baje. La única constancia del descenso rápido que estamos haciendo es el pitido del variómetro y la presión en los oídos. Al poco tiempo la falta de aire caliente dentro del globo— pues si calentamos frenaríamos el descenso—, hace que la vela se deforme y que el globo empiece a rotar sobre su propio eje.
El aterrizaje
Ya se ve la carretera. Para el despegue el viento era suave y tranquilo. Pero han transcurrido más de dos horas y la protección del valle quedó muy atrás. Estamos en una zona abierta y el viento sopla por encima de 20 kilómetros por hora, incluso muy cerca del suelo. Adiós a nuestro plan de aterrizar en la misma carretera, como unos campeones, habrá que pasar al plan B.
Pasamos la RN40 a 22 kilómetros por hora y a unos 25 metros sobre el suelo. No podemos bajar más, hay demasiadas rocas puntiagudas por todas partes. Nuestro piloto nos mantiene tan abajo como puede, por si ve una oportunidad de aterrizaje, pero lo bastante altos como para esquivar cualquier obstáculo. La carretera se aleja a nuestra espalda. Es imposible transportar nuestro globo a mano hasta ella. El terreno parece impracticable para los coches. Esta noche salimos para otro destino y el globo debe estar en la base. Ya que de momento no podemos arreglar nada de eso, nos concentramos en realizar un buen aterrizaje en una zona segura.
Más cerca del suelo el viento gira casi paralelo a la carretera. Murphy no puede estar en todo y su conocida ley, por despiste o simpatía, nos da una tregua. José Luis, que nos ha llevado hasta allí nos pide que nos preparemos para el aterrizaje y nos adelanta que será duro. Segundos después nos estamos abrazando, sonriendo, emocionados. Acabamos de recoger el globo cuando empieza a nevar y el viento gana en fuerza.
La recuperación del equipo
Dejamos el equipo lo mejor protegido que podemos y avanzamos contra la ventisca. Otro equipo ha aterrizado cerca. Son unos compañeros de Cataluña y sabemos que entre todos encontraremos la solución para conseguir algo aparentemente imposible: llegar con los globos a El Chaltén a tiempo para el viaje de esta noche. Tardamos más de dos horas en encontrarles y regresar a pie a la carretera. Allí esperamos hasta que empiezan a llegar los todo-terrenos. De momento tenemos uno para los dos equipos.
El propietario de la finca nos confirma que no hay caminos y el mismo tira la valla al suelo para que pasemos por encima con el coche. La puerta esta a muchos kilómetros y no merece la pena dar tanta vuelta, asegura. Entonces empieza otra aventura. Unos a pie y otros en el coche vamos buscando una ruta entre aquel laberinto de piedras, agujeros y trampas variadas. La meta el primero de los globos.
Recuperando el equipo tras nuestro vuelo en globo en la Patagonia
Contra todo pronóstico llegamos, lo cargamos y mientras unos van de vuelta con el primer globo a la carretera, los demás regresamos en busca del primero, el nuestro, en medio de una fuerte ventisca con las temperaturas bajando drásticamente y la luz del día empezando ya a menguar. La espera se hace eterna pero finalmente las luces del todo-terreno aparecen a lo lejos. El avance es muy lento y ahora hay que subir más hasta nuestro globo. Lo cargamos igual que el otro, de una forma poco ortodoxa pero efectiva. Bien asegurado, iniciamos de nuevo el descenso. Con trabajo en equipo y bastante esfuerzo, llegamos a tiempo, tras nuestro vuelo en globo en la Patagonia para comenzar la siguiente aventura.
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Travesía en globo en la Patagonia
Datos técnicos del vuelo
Despegue: El Chaltén (Argentina)
Aterrizaje: La Patagonia (Argentina)
Distancia: 111,14 kilómetros
Duración: 2 horas 48 minutos
Altitud máxima: 4.614 m.
Altitud mínima: 389 m.
Velocidad máxima: 89 km/h
Fecha de vuelo: 26 de junio de 2019
Piloto: José Luis Calderón
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