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Inevitable llegado el primer día de un nuevo año volver la vista atrás y hacer balance del año anterior. Cuando abandoné el periodismo para dedicarme al mundo de los globos fue una decisión sencilla pero no por ello menos meditada. Desde entonces los despertadores no consiguen despertarme porque soy yo quien les avisa de que ya es la hora; los relojes intentan llamar mi atención pero raramente les hago demasiado caso; y aunque, necesariamente, tengo que poner los pies en el suelo más de lo que me gustaría, paso gran parte de mi tiempo en las nubes. En ocasiones literalmente.

Vuelvo la vista atrás, repasando los días y los meses de 2013, y entre todos ellos hay muchos más buenos que malos, hay muchos más días llenos de emoción y expectación que de rutina y tedio. Hay muchos días de aventura,  de nuevos amigos, muchos recuerdos de amaneceres, de sonrisas, de regresar a casa con la satisfacción de haber hecho un buen trabajo y de haber proporcionado a mis clientes y pasajeros — en muchas ocasiones también nuevos amigos—, una experiencia inolvidable y completa al llevarles a pasear por el cielo.

El 2013 que dejo en el camino, a mi espalda, es también parte de una dura escalada empresarial para que un estado anímico, una filosofía, sea a la vez una empresa abriéndose paso en un momento duro y complicado, que si bien hace más difícil cada metro de subida, lo hace por el mismo motivo, y una vez superado, más satisfactorio.

Si, también hay muchas horas de trabajo, tantas que si se pone uno a echar la cuenta mi jornada laboral parece de ciencia ficción. Hay momentos de tristeza, de separación, de pérdida… Pero lo bueno de pasarse gran parte del tiempo en las nubes es que desde allí la mayor parte de los problemas parecen muy pequeños. El sol siempre brilla al otro lado. Así que entre mis propósitos de año nuevo está el de guardar los recuerdos de los momentos tristes en el lugar que les corresponde, donde me sean útiles pero no tenga que verlos a diario. Y los momentos alegres, los días brillantes los enmarcaré para que me recuerden por lo que lucho y me hagan más llevadero cada nuevo metro de escalada, ya sea de esos duros que tanto esfuerzo precisan o esos otros sencillos en los que siempre hay una sonrisa o una mano amiga que lleva parte de tu peso.

En 2014 seguiré empeñado en volar, en ocasiones literalmente, llevando conmigo a todo el que quiera acompañarme. Lucharé para que el tiempo que pasé en tierra sea lo más parecido a volar. Para que el año que viene, cuando eche la vista atrás, haya aún más amaneceres, sonrisas, viajes y aventuras, ¿quién se viene?

Siempre en las nubes

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