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Vuelo milagroso en globo

Nuestro globo se dirije hacia su aterrizaje más importante.

Nuestro globo se dirije hacia su aterrizaje más importante.

Para alguien que pasa tanto tiempo en el cielo y entre las nubes como yo lo cierto es que no soy de los que creen en milagros. Sin embargo no hace falta creer en ellos para vivir uno ya lo que voy a contaros hoy en el el blog solo puede calificarse como tal. El pasado domingo 24 de mayo Siempre en las nubes volaba con dos globos en Segovia. Era un día fantástico, con un cielo muy limpio y unas vistas espectaculares de la ciudad y la Sierra. Muchas personas debieron pensar lo mismo porque otros diez globos, además de los nuestros, llenaban los cielos de Segovia de emociones, aventura y colorido. Como ya hemos hablado muchas veces, y nuestros seguidores seguro que ya saben, los globos no se pueden dirigir, el viento los lleva igual que a una semilla de diente de león. Sin embargo el piloto si puede controlar el vuelo, es decir, sube o baja cuando quiere, eligiendo aquellas corrientes de viento que más le interesan para cabalgar sobre ellas y, dentro de sus posibilidades, llevar el globo hacia donde piensa que el vuelo puede ser más interesante. Cada cambio de altura que realizamos durante el vuelo, cada decisión del piloto, hace que el vuelo sea diferente. Aquel día, por cada una de esas decisiones y las diferentes direcciones y velocidades del viento a cada altura, ninguno de los globos aterrizó en el mismo lugar. Y aquí es donde se produce el milagro.
Una aeronave que no tiene timón ni ningún sistema de propulsión, cuya dirección viene determinada por la del viento ese día y cuyo lugar de aterrizaje es un misterio hasta el mismo momento en que el globo está definitivamente en tierra, fue a aterrizar en el preciso lugar que una persona necesitaba ayuda urgentemente.
Aprovechando el buen tiempo y la soleada mañana esta persona había salido a correr. Tras sufrir un mareo se desmayó y poco después un globo aterrizó a unos 50 metros de donde él se había desmayado. En el vídeo de ese día se le puede ver a un lado del camino, muy cerca del vehículo de apoyo en tierra que va siguiendo a nuestro globo, en la esquina inferior izquierda, cuando el globo está a punto de aterrizar. Al principio seguimos a lo nuestro sin pensar que estaba en peligro o que había sufrido un accidente.
Mientras estábamos recogiendo el material nos dimos cuenta de que el corredor, que pensábamos que estaba descansando, debía encontrarse mal. En un primer momento, cuando le vimos vomitar, pensamos que había sufrido una «pájara» y uno de nuestros pasajeros se acercó por si necesitaba ayuda o un poco de agua. Pronto quedó claro que le pasaba algo más. Cuando nos acercamos a ver su estado le encontramos muy desorientado, incapaz de responder a cualquier pregunta. Ni siquiera recordaba su nombre. Lo que habíamos visto, unido a una hemorragia nasal y su desorientación nos llevó a pensar que se había golpeado la cabeza y por lo tanto necesitaba ayuda urgente. Sin embargo nos encontrábamos en mitad del campo, en un lugar difícil de indicar a una ambulancia que en en el mejor de los casos tardaría más de el doble de tiempo en llegar que si nosotros le acercábamos al Hospital General de Segovia. Pensamos que el tiempo era crucial y sin dudarlo le subimos al coche y le llevamos a urgencias.
Aquello retrasó toda nuestra operación habitual pero todos los pasajeros comprendieron la situación y colaboraron en todo momento. Hoy he recibido una llamada que me ha emocionado y que demuestra que hicimos lo correcto. Aquel corredor se había golpeado en la cabeza tan fuerte que se había fracturado el cráneo. Según nos han dicho nuestra actuación le salvó la vida. Tras pasar varios días en la UVI ya se encuentra fuera de peligro. Confío en que pronto le volveremos a ver, en mejores circunstancias. Mientras tanto tendré que replantearme mi posición ante los milagros y en la creencia generalizada de que éstos vienen del cielo.

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